“Estoy depre” es una frase que se ha ido acuñando poco a poco en el vocabulario de la sociedad. A menudo se usa cuando nos sentimos tristes o vacíos, o cuando estamos pasando por un mal momento o una mala racha. Sin embargo, la realidad sobre la depresión es mucho más complicada que la simple tristeza, ya que conlleva una serie de síntomas que van más allá del abatimiento transitorio o de los períodos de horas bajas, cuya aparición es algo completamente normal en la vida de cualquier persona.
El trastorno depresivo mayor (más comúnmente conocido como depresión) es una patología que se encuadra dentro de los trastornos del estado de ánimo, y es, junto con la ansiedad, uno de los trastornos más extendidos sobre la población joven-adulta, adulta y anciana. La depresión tiene un origen multifactorial, es decir, son muchos los factores que entran en juego a la hora de que una persona desarrolle la patología. Por un lado, tenemos un factor de heredabilidad, es decir, es más probable que cursemos un trastorno depresivo si tenemos ascendencia familiar que lo haya hecho (un padre, una madre, un abuelo, etc.) Por otro lado, también existe vulnerabilidad a nivel genético. Es posible que nuestro cuerpo, por la manera en que está conformado, no procese de forma “correcta” ciertas hormonas que juegan un papel fundamental en el desarrollo de la depresión. Tal es el caso del neurotransmisor conocido como serotonina. Los estudios muestran que las personas que cursan con un trastorno depresivo presentan un déficit de serotonina, o lo que es lo mismo, no circula suficiente serotonina en nuestro cuerpo ya que existe una falta de regulación en el procesamiento de esta hormona. La serotonina juega un papel importantísimo. Tanto es así que un gran porcentaje de los fármacos que se utilizan para tratar la depresión se conocen como inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (I.S.R.S.) los cuales se ocupan de cerrar las vías neuronales de procesamiento de dicha hormona para que ésta pueda circular libremente por el cuerpo y disminuya la sintomatología depresiva. No obstante, no todos los factores que pueden promover la aparición del trastorno son de tipo biológico. La forma en la que procesamos el mundo, la manera en la que nos vemos a nosotros mismos o las ideas que tenemos sobre el futuro también juegan un papel fundamental. Es usual que la persona con depresión tenga una visión catastrofista y desesperanzada a la hora de digerir el mundo y sus acontecimientos, que tenga sentimientos constantes de invalidez personal, la autoestima minada y una consideración derrotista y muy negativa de sí mismo (no valgo para nada, no sé hacer nada, soy una carga para mi familia…); obviamente, partiendo de esta consideración negativa, es coherente que la persona interiorice que el futuro no trae nada bueno (las cosas nunca cambian, no sé para qué sigo viviendo si todos los días es lo mismo…). Más allá de esto, también existen muchas más causas, factores predisponentes y precipitantes que juegan en equipo para meternos en el “pozo”.
Muchas personas se encuentran atrapadas en este bucle de negatividad y no saben o no tienen las herramientas para salir de él. Como ves, existen factores biológicos, pero también existen factores contextuales que contribuyen a desarrollar el trastorno. Esto ha hecho que los expertos diferencien entre depresiones de tipo endógeno (éstas serían las que no responden a un motivo claramente diferenciado en el tiempo que ha llevado a la persona a cursar el trastorno) y depresiones de tipo exógeno o reactivas (aquellas que aparecen como consecuencia de un evento determinado, como puede ser una ruptura sentimental, la muerte de un familiar e incluso un cambio brusco en la dinámicas de la vida de una persona, como puede ser una mudanza a otro país o la transición desde el bachillerato a la universidad)
Como hemos visto, la depresión es un asunto mucho más serio que la simple tristeza, de hecho, podríamos considerarla incluso como una forma de vida que afecta a una persona en un momento determinado de su ciclo vital. ¿Qué se considera depresión entonces? Me preguntas. Según el principal manual diagnóstico de los trastornos mentales, los criterios para cursar un trastorno depresivo mayor son presentar 5 o más síntomas de los siguientes (la presentación del punto 1 y/o el punto 2 son obligatorios):
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Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día.
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Marcada disminución del interés en todas o casi todas las actividades durante la mayor parte del día.
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Pérdida o aumento significativo del peso.
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Insomnio o hipersomnia.
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Agitación o retraso psicomotor.
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Fatiga o pérdida de energía.
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Sentimientos de desvalorización o culpa excesiva.
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Menor capacidad para pensar o concentrarse y capacidad de decisión disminuida.
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Pensamientos recurrentes de muerte o ideas de suicidio.
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Los síntomas provocan un deterioro clínicamente significativo en el área social, laboral y otras áreas importantes.
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El episodio no es atribuible a los efectos de una sustancia o a una determinada condición médica.
Se podrían escribir libros enteros sobre este tema (ya los hay, de hecho) Pero ese no es el objetivo de este texto. Lo verdaderamente importante es trabajar para poner remedio a la depresión. Si estás leyendo esto y te sientes identificado con mis palabras, o conoces a alguien en una situación como la que te acabo de describir, te aconsejo que consultes conmigo o con cualquier otro profesional que esté cualificado para proporcionarte la ayuda que necesitas.
¡Un saludo y nos vemos en el siguiente post!