Señor Psicólogo, ¿estoy loco?

Lamentablemente, la psicología en nuestro país no está tan bien vista ni tan bien considerada como debiera estarlo. El desconocimiento sobre las funciones del psicólogo y su papel en la sociedad son muy notables. Esto, sumado al intrusismo profesional y a la recurrencia de malas praxis que a menudo son tan mencionadas en los noticiarios y programas de investigación, sin duda han contribuido a que la psicología no tenga una imagen general muy deseable. En esta entrada de nuestro blog vamos a ocuparnos de arrojar un poquito de luz sobre todas esas preguntas frecuentes que surgen cuando nos estamos planteando si acudir o no a un psicólogo. ¡Vamos allá!

1) ¿Cuándo he de acudir a un profesional de la psicología?

Normalmente, cada persona tiene su propia opinión y criterio sobre la psicología. Muchas de ellas ni siquiera se plantean el hecho de ir al psicólogo como una opción viable. Esta pregunta no es fácil de responder, así que intentaré dar una respuesta general pero suficientemente concisa. Uno debe acudir a un profesional de la psicología cuando el problema que tiene está empezando a ser desadaptativo en el día a día, así como cuando sienta que sus recursos y herramientas para abordar dicho problema no son suficientes como para poder superarlo con éxito.

2) Señor psicólogo, ¿estoy loco?

Independientemente de sintomatología que se sufra, la respuesta a esta pregunta es muy sencilla y válida para todos los casos: NO. Todos nosotros somos seres humanos en contexto, y como seres humanos en contexto estamos constantemente influenciados por un plano interno (nosotros mismos) y un plano externo (el ambiente donde nos movemos). Fruto de esa interacción sujeto/ambiente pueden surgir multitud de problemas u obstáculos que se interpongan en nuestra vida y que no estemos preparados para superar, o simplemente no sepamos cómo hacerlo. Ir al psicólogo es algo completamente normal y, desde luego, nuestra capacidad de cordura jamás debe ponerse en entredicho por buscar la ayuda de un profesional especializado.

3) ¿Cuánto tiempo dura el proceso terapéutico?

La duración de la terapia depende de múltiples factores, como por ejemplo la naturaleza del problema, el tiempo que la persona lleva padeciéndolo, la disposición para trabajar en consulta y fuera de ella, los avances que se vayan alcanzando en terapia, etc. Es verdad que los expertos han estipulado cuántas sesiones de media hacen falta para abordar ciertas patologías. No obstante, estas medias tienen un carácter simplemente orientativo, y en ningún caso pueden ser aplicadas a cada caso individual. Mi respuesta es la siguiente: siempre que se vaya produciendo el cambio, el proceso terapéutico durará lo que tenga que durar hasta que el usuario sea capaz de afrontar con éxito los problemas o motivos por los cuales acudió a consulta. Así, mi máxima se resume en: la terapia contará con las menos sesiones posibles, siempre y cuando el reducido número de las mismas no comprometa en ningún caso la eficacia del proceso.

4) ¿Por qué he de contarle mis problemas e intimidades a alguien que no conozco?

Ir al psicólogo no es «contar por contar». Tampoco es como contarle tus problemas al amigo de turno, al peluquero o al camarero del bar. La sinceridad y la transparencia son fundamentales en la relación terapéutica y lo que se cuenta se hace, precisamente, porque el paciente lo considera relevante en la problemática que le ha llevado a consulta. Todo lo que se cuenta en consulta se encuentra bajo riguroso secreto profesional, y la información recabada no tiene otro propósito que la de servir de ayuda en la terapia. Por lo tanto, puedes considerar la consulta como un refugio en el que ser escuchado y en el que puedes sentirte completamente libre de contar lo que necesites contar sin ningún tipo de reserva o miedo a ser juzgado por ello.

5) ¿Qué tipo de técnicas utilizas?

Seguro que todos conocemos a alguien que, cuando se trata de psicología, siempre dice algo parecido a esto: «Yo no creo en la psicología». Pues aquí va una respuesta para ese alguien: la psicología no es cuestión de fe, es un ciencia y, como ciencia, utiliza metodologías y terapias que han demostrado validez y eficacia empíricas. Tanto es así que, de hecho, las técnicas cognitivo-conductuales que se utilizan para el tratamiento de la sintomatología depresiva han resultado ser, a largo plazo, mucho más eficaces que la propia medicación, y han demostrado un mejor pronóstico de mejora. Así, en mi consulta se utilizan predominantemente las técnicas derivadas de la corriente cognitivo-conductual, que son las técnicas que, como ya he dicho, ostentan una validez experimental y una eficacia de sobra demostrada en el área de la salud mental, y son las que mejor promueven el bienestar psicosocial y las que mejor tasa de éxito obtienen en el abordaje de las patologías mentales.

6) ¿Hay otras personas implicadas dentro de la terapia?

Eso depende. Cuando sea necesario se incluirán a otras personas que el profesional considere relevantes para el abordaje con éxito del problema. Obviamente, se hará previo consentimiento del paciente, y siempre analizando los pros y los contras de incluir a dicha persona en el proceso terapéutico. En cualquier caso, el paciente siempre tiene la última palabra, y por mucho que el psicólogo considere que la intervención de terceros pueda ser muy beneficiosa, se hará lo que el usuario estime oportuno.

7) Yo ya me medico, ¿por qué debería acudir a un psicólogo?

En la gran mayoría de las ocasiones, la psicofarmacología sólo tiene un carácter paliativo de la situación, es decir: atacan los síntomas, pero no la raíz del problema. Es cierto que muchas veces la psicofarmacología se complementa con el proceso terapéutico, pues es necesario llegar a una línea base de estabilidad con el paciente para poder trabajar en terapia. No obstante, el objetivo final es retirar la medicación en los casos en que sea posible y, en los que no, conseguir una mejoría de carácter general en el día a día. Por lo tanto, el hecho de estar bajo tratamiento psicofarmacológico no debiera ser un impedimento para buscar un tipo de ayuda que produzca un verdadero cambio en la manera en como afrontamos la vida. Es posible que en la mayoría de los casos sea la medicación la que gana la batalla, pero es sin duda alguna la psicología la que gana la guerra.